La formación del
Estado Nacional (1852 – 1880)
Luego de Pavón, los sectores dominantes porteños liderados por Bartolomé Mitre renovaron el intento de conformar una alianza que incluyera a las élites del litoral y el interior con el objeto de organizar un gobierno central.
Las instituciones preexistentes, los recursos económicos
provenientes de la economía agroexportadora y las condiciones del mercado
mundial, en el que el capital inglés era central, crearon las condiciones
necesarias para la organización del Estado Nacional. Este complejo proceso se
fue asentando alternativamente sobre la búsqueda de consensos y el uso de la
violencia.
En este período, y con el fin de afirmarse en el imaginario
social, el Estado concentró poderes y funciones que hasta entonces eran
ejercidos por diferentes actores sociales. Este proceso se llevó a cabo durante
las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda, quienes desplegaron, entre
1862 y 1880, acciones tendientes a conocer la sociedad e imponer la autoridad
del Estado en todo el territorio.
Con este propósito se consideró necesario poner fin al poder
de los ejércitos provinciales a través de la creación de una fuerza militar
unificada, un Ejército Nacional, cuyo poder represivo pudiese eliminar todo
foco de resistencia del interior y también avanzar sobre los territorios de los
pueblos originarios despojándolos e incorporando así tierras y mano de obra al
nuevo orden económico-social.
Durante este período, y con el objetivo de que el país
asumiera su rol en la división internacional del trabajo, el Estado canalizó
inversiones en infraestructura para facilitar la entrada y salida de productos
primarios con destino al mercado mundial –el telégrafo y el ferrocarril serán
los símbolos de estas políticas–, al tiempo que fomentó la inmigración de
trabajadores europeos.
Para desarrollar estas nuevas funciones, se extendió el
aparato administrativo y burocrático, que logró tener presencia en todas las
regiones del país. También, y a medida que se delimitaban las fronteras, se
desarrollaron políticas para crear una identidad común y legitimar el proyecto
en marcha.
En estos años, las autoridades nacionales fueron huéspedes
de Buenos Aires por lo que, al finalizar su gobierno, Avellaneda propuso
resolver la cuestión de la Capital de la República. El Congreso finalmente
aprobó la Ley de Federalización de Buenos Aires, lo que generó la reacción del autonomismo
porteño en la forma de un levantamiento armado. Este movimiento fue vencido por
el Ejército Nacional en 1880 y desde entonces la ciudad de Buenos Aires es la
capital de la República Argentina.
El estudio de este capítulo comprende los siguientes temas:
Pacto de San Nicolás
Guerra del Paraguay
“Conquista del Desierto”
Confederación Argentina
Estado de Buenos Aires
Presidencias de: Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, Nicolás Avellaneda
Justo José de Urquiza
Ángel Vicente “Chacho” Peñaloza
Felipe Varela
Ver la historia: La conformación del Estado Nacional (1852-1880)
El estudio de este capítulo comprende los siguientes temas:
Pacto de San Nicolás
Guerra del Paraguay
“Conquista del Desierto”
Confederación Argentina
Estado de Buenos Aires
Presidencias de: Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, Nicolás Avellaneda
Justo José de Urquiza
Ángel Vicente “Chacho” Peñaloza
Felipe Varela
Ver la historia: La conformación del Estado Nacional (1852-1880)
La guerra de la Triple Alianza
Entre 1865 y 1870, Argentina, Brasil y Uruguay libraron una larga y trágica guerra contra Paraguay.
EL conflicto se inició a partir de un incidente ocurrido en 1864, cuando el general uruguayo Venancio Flores derrocó al presidente de su país. El movimiento, organizado en Buenos Aires, contó con el apoyo de tropas brasileñas que entraron en territorio uruguayo. Francisco Solano López, presidente paraguayo, solicitó permiso para que sus tropas pudieran atravesar Corrientes en ayuda del presidente uruguayo depuesto. Mitre negó la autorización y el Paraguay le declaró la guerra a la Argentina. En respuesta, los gobiernos de Uruguay, Brasil y Argentina firmaron un tratado que constituyó la Triple Alianza.
La guerra se extendió durante cinco años y representó un estímulo muy fuerte para la organización del Ejército Nacional. También, provocó numerosos conflictos en el país.
Asalto de la 3era columna argentina a Curupaytí, de Cándido López (1893). En esa batalla, las tropas paraguayas obtuvieron una victoria.
Niños paraguayos en la guerra.
Miles de niños con barbas postizas, fueron enviados a la batalla
contra las tropas brasileras en la guerra contra el Paraguay.
Miles de niños fueron masacrados, mutilados, quemados.
Dicen que después de la batalla de Acosta Ñu las madres fueron al campo
a recoger los cuerpos de sus hijos, que derramados en el suelo paraguayo,
parecían niños durmiendo después de un día intenso de juegos.
En Argentina, Sarmiento expresó su satisfacción: "La guerra del
Paraguay concluye por la simple razón de que matamos a todos los paraguayos
mayores de diez años".
video: La guerra del Paraguay
La conquista del "desierto"
Los pensadores de la época proponían poblar el “desierto”, que se suponía deshabitado. No eran numerosos los habitantes, pero había pobladores. Estos habitantes eran los indígenas. El saldo de la “conquista del desierto” fue de miles de indios muertos, catorce mil reducidos a la servidumbre, y la ocupación de quince mil leguas cuadradas, que se destinarían a la agricultura y la ganadería. Las enfermedades, la pobreza y el hambre aceleraron la mortandad de los indígenas patagónicos sobrevivientes.
El Historiador (adaptación).
La relación entre los gobiernos criollos y los pueblos originarios de la Patagonia fue siempre problemática. Aunque por momentos era pacífica, hacia 1870, los conflictos se generalizaron.
En 1875, Adolfo Alsina, ministro de Guerra y Marina de Avellaneda, propuso un avance paulatino hacia el sur, mediante el establecimiento de poblados, fortines y zanjas. Cuando Alsina falleció, en 1877, lo sucedió en el cargo Julio Argentino Roca. El nuevo ministro de Guerra consideraba que el plan de Alsina era inútil y adoptó una estrategia más agresiva: el ejército marcharía y sometería a los pobladores por la fuerza.
Los políticos de la época llamaron a esta campaña conquista del "desierto". Sin embargo, en realidad, fue una campaña de expulsión y exterminio de los pueblos originarios; y no había un desierto, sino una región fuera del control del Estado.
La vuelta del malón - Ángel Della Valle
La vuelta del malón fue exhibida por primera vez en 1892 en una ferretería de Buenos Aires. Cuentan los diarios de la época que las señoras que en esos días pasaban por la vidriera del local volvían a sus casas aterradas. La pintura de Ángel Della Valle era enorme, y la escena, espeluznante. En ella los indios son el demonio que galopa a los gritos por la pampa en un amanecer lluvioso. Han saqueado una iglesia y llevan consigo cruces, cálices, maletines y hasta ¡cabezas!; el cielo tormentoso, que apenas deja asomar un poco de luz, es señal del carácter oscuro del malón. El mundo civilizado, en cambio, está representado por la cautiva, una mujer indefensa de piel blanca como el mármol que, del susto, se ha desmayado sobre su musculoso captor. El cuadro fue pintado para celebrar los cuatrocientos años de la llegada de Colón a América, y en él aparece un problema que divide a nuestro país desde entonces: la idea de la civilización y la barbarie como enemigos acérrimos.* Esta mirada sobre la obra fue escrita por María Gainza.
La conquista del desierto, cuadro de Juan Manuel Blanes
Indios cautivos
Recorte del diario La Nación - Octubre 1878
Los levantamientos federales
El avance de la autoridad del Estado sobre las provincias provocó la resistencia de algunos caudillos federales del interior. Estos no estaban de acuerdo con que Buenos Aires centralizara el poder del Estado y temían por la pérdida de autonomía de las provincias.
En algunas de las provincias, la resistencia se transformó en rebeliones armadas contra el gobierno nacional. Las fuerzas de los caudillos rebeldes se llamaban "montoneras". Los gauchos del Interior se incorporaban a las montoneras porque se identificaban con las ideas federales y responsabilizaban al gobierno nacional por sus malas condiciones económicas.
El primer levantamiento fue el de Ángel Vicente "Chacho" Peñaloza, un caudillo de La Rioja. En 1866, se inició otra rebelión contra las levas obligatorias de tropas para luchar en la guerra del Paraguay. Los jefes de este levantamiento fueron Felipe Saá, Juan de Dios Videla y Felipe Varela. Cuando los jefes federales se unieron para atacar Buenos Aires, Mitre, al mando del Ejército Nacional, logró vencerlos. Esta victoria puso fin al último intento de rebelión generalizada en el Interior.
Las presidencias históricas
Entre 1862 y 1880, gobernaron tres presidentes constitucionales que impulsaron transformaciones: Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento y Nicolás Avellaneda.
La presidencia de Bartolomé Mitre (1862-1868)
Bartolomé Mitre debió afrontar varios desafíos al llegar al poder, ya que el país estaba dividido y devastado por años de guerra civil. Un primer problema fue la falta de códigos nacionales. Si bien existían leyes, eran particulares para cada provincia, y un país unificado necesitaba una legislación conjunta. En 1862, el Senado decidió adoptar el Código de Comercio de Buenos Aires, redactado por los abogados Dalmacio Vélez Sarsfield y Eduardo Acevedo. Su función era regular las bases del comercio y de sus actividades. El Código Civil, también redactado por Vélez Sarsfield, sería promulgado recién en 1871.
Otro problema era la creación de fuerzas armadas modernas y profesionales. El presidente Mitre reunió a la Guardia Nacional de Buenos Aires, que había peleado en las batallas de Cepeda y de Pavón, y a las fuerzas más importantes de la Confederación en el Ejército Nacional.
Además de presidente, Mitre continuaba siendo el líder del Partido Nacionalista, por lo cual estaba enfrentado a los autonomistas de Alsina. En las elecciones, Alsina decidió aliarse con Sarmiento, quien contaba con el apoyo de varias provincias y del Ejército.
La presidencia de Domingo F. Sarmiento (1868-1874)
Una de las primeras medidas que adoptó Sarmiento fue la realización del primer censo de la Argentina, en 1869. Entre otras cosas, el recuento de población demostró que había un 71% de analfabetos. Sarmiento creía que la educación era imprescindible para mantener unida a la población y para favorecer el progreso económico y social.
Por eso, inauguró más de 800 escuelas primarias e impulsó la creación de institutos para formar docentes. Durante su presidencia, la cantidad de alumnos se elevó de 30.000 a 100.000. Además, fundó el Colegio Militar y la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas.
En 1871, una epidemia de fiebre amarilla golpeó a Buenos Aires. Una vez superada, Sarmiento impulsó la modernización y el saneamiento de la ciudad. Además, realizó importantes obras de transporte y comunicación: expandió los ferrocarriles, tendió líneas de telégrafos y mandó construir puertos nuevos, como los de San Pedro y Zárate.
En el plano internacional, firmó la paz de la guerra de la Triple Alianza.
La presidencia de Nicolás Avellaneda (1874-1880)
Durante su gestión, Nicolás Avellaneda mantuvo el interés por la educación: por ejemplo, les otorgó autonomía académica a las universidades. Esto le dio la capacidad de confeccionar sus planes de estudio.
La presidencia de Avellaneda estuvo marcada por los efectos de la crisis económica que se desencadenó en Europa y en los Estados Unidos en 1873. Al reducirse el precio de las materias primas que la Argentina exportaba y aumentar el de las manufacturas que importaba, los problemas comenzaron a multiplicarse. Debido a esto, se decidió cerrar las importaciones, reducir la cantidad de empleados públicos y rebajar los salarios de los que quedaban. El objetivo era que la Argentina pudiese pagar la deuda externa. La situación comenzó a cambiar cuando volvió a aumentar el precio de la lana.
Para apoyar el desarrolló agropecuario, en 1876 se creó la Dirección General de Inmigración, que favoreció la llegada de europeos.
Además, se intentó regular el acceso a las tierras para que los colonos pudieran trabajarlas. Sin embargo, los espacios rurales continuaron concentrados en pocas manos y fueron objeto de especulación.