La
inmigración masiva
Entre 1850 y 1914, la Argentina recibió más de 4.500.000
personas de Europa y del Cercano Oriente. Los inmigrantes aportaron la mano de
obra necesaria para el modelo agroexportador.
El fomento de la inmigración
El territorio argentino estaba prácticamente deshabitado.
Esto representaba un desafío para el país: contaba con vastos territorios
fértiles, que le permitirían obtener productos para exportar y modernizar la
nación, pero no tenía trabajadores suficientes para ponerlos a producir.
A fin de superar estos problemas, el Estado argentino tomó
diferentes medidas para fomentar la inmigración. Durante sus gobiernos,
Sarmiento y Avellaneda realizaron campañas de propaganda en Europa y ofrecieron
facilidades a los inmigrantes, como el pago del pasaje. La ley de inmigrantes,
por su parte, otorgaba facilidades en el acceso a la tierra a quienes
decidieran instalarse en el país.
En esa época, los gobernantes fomentaron particularmente la
inmigración de los habitantes del norte europeo, porque creían que traerían a
nuestro país los conocimientos que habían generado durante la Revolución
Industrial.
Sin embargo, la mayoría de los inmigrantes provinieron de
los países mediterráneos, como España e Italia.
En una segunda etapa, muchos de los inmigrantes asentados en
el país convocaron a sus parientes y a los vecinos de sus pueblos de origen. Se
produjo, así, una inmigración espontánea.
Las compañías colonizadoras
Para organizar la inmigración, se formaron las compañías colonizadoras.
El estado entregaba tierras a empresas, que luego las alquilaban o vendían a
los inmigrantes. Sin embargo, muchas veces estas compañías se aprovechaban de
la necesidad de los recién llegados. Por ejemplo, les prestaban dinero para
comprar los pasajes y luego lo cobraban con intereses muy elevados.
También existían sociedades de beneficencia, como la
Asociación para la Colonización judía. Estas sociedades sin fines de lucro
fundaban colonias de inmigrantes.
El acceso a la tierra
En la Argentina, la tierra era abundante y más barata que en
Europa. Por esta razón, los primeros inmigrantes consiguieron comprar tierras,
sobre todo en las colonias de Santa Fe, del sur de Córdoba y del norte de
Buenos Aires.
Hacia 1890, está situación cambió. La mayor parte del suelo
fue acaparada por los grandes propietarios y el valor de la tierra aumentó.
Esto impidió a muchos de los nuevos inmigrantes adquirir una parcela.
Aparecieron entonces, otras formas de acceso a al tierra:
El ARRENDAMIENTO:
los propietarios entregaban una parcela durante tres años. Al finalizar el
contrato, los arrendatarios debían devolver el campo sembrado con alfalfa. Como
los colonos no se instalaban mucho tiempo en el mismo lugar, generalmente
vivían en ranchos precarios. La renta se pagaba con parte de la cosecha
obtenida.
La MEDIERÍA. Los
terratenientes cedían una parcela, semillas y herramientas a los inmigrantes. A
cambio, estos debían entregar la mitad de su producción al propietario de la
tierra.
Los inmigrantes que no lograban acceder a un terreno se
empleaban como peones o jornaleros en los campos ajenos o en las ciudades:
trabajaban a cambio de un jornal.
La modernización de
la sociedad
Cambios en la
población
La llegada de inmigrantes a la Argentina provocó un
crecimiento demográfico sin precedentes. La mayor parte se concentró en las
provincias de Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba. En el interior,
Mendoza y Tucumán atrajeron inmigrantes. El resto de las provincias
prácticamente no recibió población extranjera y en algunas el número de
habitantes disminuyó.
También cambió la estructura demográfica. La inmigración
modificó la edad promedio y el sexo de los habitantes argentinos, porque la
mayoría de las personas que llegaban eran hombres adultos.
Otro cambio poblacional producido por la inmigración fue el
crecimiento de la población urbana. Este aumento en la población urbana
implicó, a su vez, una serie de transformaciones en las ciudades. La más
importante fue el surgimiento de centros urbanos nuevos, de más de 2.000
habitantes, que hasta entonces no existían. Así, en la provincia de Santa Fe,
por ejemplo, mientras en 1869 había solo 6 ciudades, en 1896 el número ascendía
a 136.
Transformación en las ciudades
Los grandes centros urbanos se modernizaron, esto fue claro
en la ciudad de Buenos Aires, donde se desarrolló un sistema de transportes
modernos (tranvías, ferrocarriles y subterráneos) y se extendió la iluminación
eléctrica. En Rosario, la transformación fue radical. Alcanzó el estatus de ciudad
recién durante la segunda mitad del siglo XIX y rápidamente, superó a la
capital provincial en cantidad de habitantes. En esos años, la infraestructura
de la ciudad cambió: se modernizó el puerto y llegaron líneas ferroviarias.
Además, se transformó el espacio público, se inauguraron parques y plazas, y se
trazaron bulevares.
Debido a que la población crecía más rápido que las
ciudades, la oferta de viviendas resultaba insuficiente y cara. Por eso, era
habitual que en las ciudades medianas y grandes hubiera hacinamiento, lo que
facilitaba la difusión de enfermedades. En este contexto, surgieron los
conventillos, que eran casas grandes en las que se alquilaban habitaciones. En
cada habitación vivían muchas personas. El baño y la cocina debían ser compartidos
por todos los habitantes del conventillo.
Tranvía de la compañía La Capital, que unía la plaza de Mayo con el barrio porteño de Flores.
Una nueva jerarquía social
Otro cambio social importante fue que surgieron nuevas
clases sociales.
Burguesía: Estaba formada por las personas más ricas. Muchos
eran terratenientes, empresarios dedicados a la exportación de cereales,
banqueros o industriales. Era la clase social dominante y, en ese período, sus
miembros más poderosos lograron controlar el gobierno.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgUw0kk06K2VGUGuzoqS88D1ntLIG_G6_FMcighe1v_bQro-2Z2cbjwHtnp6aUEBIGttJTcpQnlYy4oEFUU52TKmecTZOTFUtBmXJ0wetnYoMQD5G7sAuURUABy0Kyc1H4nFUnJdFTL1tQ/s200/clase+media.jpg)
Clase obrera: Estaba formada por los trabajadores
asalariados del campo y de la ciudad: jornaleros, trabajadores ferroviarios y
portuarios, obreros fabriles y de la construcción.
La movilidad social
El lugar de cada persona ocupaba en la jerarquía social no
era estático. Muchos obreros conseguían armar pequeños talleres y comenzar a
trabajar de manera independiente. Si tenían éxito, podían convertirse en dueños
de una fábrica. Lo mismo sucedía con los arrendatarios cuando tenían éxito y
conseguían comprar tierras. En estos casos, tenía lugar un ascenso en la escala
social.
Sin embargo, en ocasiones, se producía también el movimiento
inverso. Debido a las malas cosechas, muchos arrendatarios se endeudaban y
perdían las tierras: pasaban, así, a formar parte de la clase obrera.
Las mujeres
Hacia 1880, las leyes mantenían a las mujeres en una
posición subordinada: por ejemplo, les impedían trabajar sin el permiso de sus
esposos.
Sin embargo, las mujeres comenzaron a ocupar otros lugares
en la sociedad. Así, era habitual que las mujeres de la clase obrera debieran
trabajar. Mientras tanto, algunas integrantes de la clase media y la burguesía
empezaron a estudiar en las universidades. Pronto las mujeres comenzaron a
organizarse para demandar igualdad de derechos respecto de los hombres, como el
derecho al voto.
Los conflictos
sociales
La prosperidad no alcanza a todos
La prosperidad económica no alcanzó a todos los miembros de
la sociedad. Muchos inmigrantes no pudieron adquirir tierras y debieron
trabajar como obreros. Por otra parte, las condiciones de trabajo de la clase
obrera eran muy malas. En general, la jornada laboral duraba más de doce horas,
y los salarios apenas alcanzaban para pagar la comida y el alquiler de los hogares.
Para empeorar la situación, cada vez había menos trabajo. Este problema se
agravó en 1890, cuando una crisis generó más desocupación.
La vida cotidiana también era complicada para los
trabajadores. Debido a la insuficiencia de viviendas, el precio de los
alquileres aumentaba. Todos estos factores provocaron tensiones y conflictos
sin precedentes en la Argentina.
Sin pan y sin trabajo (1894), de Ernesto de la Cárcova, representa la bronca de un obrero que no consigue empleo, en un contexto de crisis.
La organización obrera
Poco a poco, los trabajadores empezaron a tomar medidas para
mejorar sus condiciones. Con el objetivo de defender sus intereses y luchar por
sus reclamos, se organizaron en gremios.
El primer gremio, fundado en 1878, fue la Unión Tipográfica,
que reunía a los trabajadores de las imprentas. Mas tarde se crearon gremios de
casi todos los oficios. Su herramienta de lucha principal eran las huelgas:
interrumpir el trabajo hasta que los empresarios resolvieran sus reclamos.
Más tarde, los gremios del país se reunieron en
organizaciones mayores. En 1901 fundaron la FOA (Federación Obrera Argentina),
que, en 1914, cambió su nombre por FORA (Federación Obrera Regional Argentina).
En 1902, algunos gremios se retiraron de la FOA y crearon la UGT (Unión General
de Trabajadores).
Asamblea de obreros marineros y foguistas en su local gremial
Las ideologías de la clase obrera
Dentro del movimiento obrero, surgieron grupos políticos que
cuestionaban la organización social del país: los anarquistas y los
socialistas.
- Anarquistas: aspiraban a construir una sociedad igualitaria
mediante una revolución que destruyera al Estado y repartiera la tierra y las
fábricas entre los trabajadores. Por eso, se oponían a las elecciones. Para conseguir
sus objetivos, organizaron gremios, bibliotecas y centros de estudio. Su medio
de lucha principal eran las huelgas, porque creían que una huelga general de
todos los trabajadores iniciaría la revolución.
- Socialistas: consideraban que la sociedad podía
transformarse mediante leyes que beneficiaran a los trabajadores. Por eso, en
1896, formaron el Partido Socialista y comenzaron a presentarse en las
elecciones. Al igual que los anarquistas, promovían la organización gremial,
pero consideraban que las huelgas solo servían para conseguir mejoras
inmediatas.
Conflictos en el campo
Los arrendatarios tuvieron conflictos con los propietarios
de la tierra por las condiciones de los contratos de arrendamiento. En general,
el alquiler era elevado y debían pagarlo con la mejor parte de la cosecha.
En 1912, en Alcorta, un pueblo de Santa Fe, se organizó una
protesta que se llamó el Grito de Alcorta. Los arrendatarios dejaron de
cultivar y reclamaron una reducción del precio de los alquileres. Pronto, el
movimiento se extendió por el resto de la región pampeana. Aunque no lograron
su objetivo, los arrendatarios formaron la Federación Agraria para defender sus
intereses.
La cuestión social
La realización social de las huelgas preocupó al Estado. La “cuestión
social” como se llamó a los conflictos, fue abordada de formas diversas.
La medida inmediata fue la represión policial contra los
huelguistas. Luego se sancionó la Ley de residencia: a través de ella, el Poder
ejecutivo podía expulsar del país a los extranjeros que “perturbaran el orden
público”. La expulsión era arbitraria: quedaba a criterio del presidente y se
realizaba sin juicio previo.
En contrapartida, el gobierno elaboró también leyes
laborales que reglamentaron el trabajo de mujeres y niños, y establecieron el
descanso dominical.
En el mapa se observa la Red Ferroviaria Argentina, el tendido de la red sigue un esquema radial, donde las líneas
principales confluyen en la Ciudad de Buenos Aires. Su desarrollo se relaciona
en gran medida en el modelo económico agroexportador de la región pampeana.
Para el año 1870 -en un país que apostaba a participar del mundo a
través de la exportación de materias primas semielaboradas y de la importación
de productos manufacturados- ya se habían construido 772 kilómetros de vías
férreas. Desde entonces, y hasta el año 1914, la red ferroviaria argentina
siguió extendiéndose gracias a la inversión de capitales argentinos, ingleses y
franceses. Hacia la década del 40 ya había alcanzado los 55.000 km.,
transformándose en una de las redes más grandes y desarrolladas del mundo.
Las instalaciones portuarias también fueron modernizadas. El puerto de Buenos Aires transformó su estructura con la realización de obras en el Riachuelo y con la construcción de Puerto Madero. Estas obras permitieron que la ciudad recibiera más barcos y efectuara más cargamentos. Por su parte, Rosario y Bahía Blanca construyeron puertos propios que las convirtieron en otros puntos de salida de la producción primaria. De todas maneras, las tres cuartas partes del comercio exterior siguieron pasando por el puerto de Buenos Aires. Finalmente, junto a los puertos se construyeron instalaciones para almacenar los productos que luego se exportarían.
La formación de una industria nacional
El crecimiento económico elevó el nivel de ingresos de la población. Esta mejoría generó la demanda de bienes manufacturados. La mayoría de esos productos provenía de países europeos. Sin embargo, comenzó a desarrollarse también una industria local.
Los sectores industriales más importantes fueron la alimentación y el vestido, ya que su producción era sencilla y tenían un mercado asegurado en las grandes ciudades. Además, se desarrollaron algunas industrias vinculadas a la exportación, como los molinos y los frigoríficos. También surgieron algunas industrias que proveían a las producciones regionales. Por ejemplo, la fabricación de toneles para la producción vitivinícola.
La producción manufacturera se realizó en diferentes tipos de instalaciones. Los talleres, que daban trabajo a pocas decenas de empleados, fueron la organización más común, Las empresas grandes, propiedad de compañías extranjeras o de industriales argentinos, eran más eficientes pero menos numerosas. En esa época, era habitual que pequeños emprendimientos lograran transformarse en fábricas grandes: por ejemplo, Bagley y Canale.
La gran inmigración (parte 1)
La gran inmigración (parte 2)
La gran inmigración (parte 3)
La gran inmigración (1880-1914)
Los sectores industriales más importantes fueron la alimentación y el vestido, ya que su producción era sencilla y tenían un mercado asegurado en las grandes ciudades. Además, se desarrollaron algunas industrias vinculadas a la exportación, como los molinos y los frigoríficos. También surgieron algunas industrias que proveían a las producciones regionales. Por ejemplo, la fabricación de toneles para la producción vitivinícola.
La producción manufacturera se realizó en diferentes tipos de instalaciones. Los talleres, que daban trabajo a pocas decenas de empleados, fueron la organización más común, Las empresas grandes, propiedad de compañías extranjeras o de industriales argentinos, eran más eficientes pero menos numerosas. En esa época, era habitual que pequeños emprendimientos lograran transformarse en fábricas grandes: por ejemplo, Bagley y Canale.
La Fábrica Argentina de Alpargatas se inició como una pequeña sociedad en 1883. Hacia 1890, vendía sus productos en Uruguay, y en 1907, fundó una filial en Brasil. Su crecimiento y expansión fue un caso atípico para la industria argentina de la época.
La gran inmigración (parte 1)
La gran inmigración (parte 2)
La gran inmigración (parte 3)
La gran inmigración (1880-1914)